Entre mis amigos y la gente que me conoce más o menos bien tengo cierta fama de tolerante, de apacible, de conciliadora, de no enojarme nunca por nada. Un poco (cada vez menos, debo reconocer) cierto es, pero eso no implica que no existan cosas que me hagan estallar de ira o que me den ganas de fracturar parietales con un garrote. Para nada. Lo que pasa es que en realidad yo estoy fascinada con las personas. Más estrictamente, me desvela entender de qué estan hechas las personas, una característica que se suma al grupo de otras que quizas sean mas fácilmente reconocibles, como:
a) qué dicen las personas,
b) qué hacen las personas
c) qué piensan las personas.
Sin embargo, aunque quizás mas manifiestas, estas últimas tres cualidades son también las más cambiantes, situacionales, las más influenciables. De qué estan hechas, en cambio, es el rasgo mas fidedigno, patognomónico y distintivo. El más perenne, revelador e interesante. Y es lo que, al menos en mí, hace que las personas se dividan en dos grupos excluyentes: las que me interesan y las que no.
Dentro del primer grupo están todas esas personas hechas de mis materias primas preferidas: generosidad, empatia, alegría, humildad, bondad. Y no son mis favoritas porque me aporten beneficios directos, sino que hay algo en la gente hecha de esas cosas que me produce una admiración y un respeto definitivos. No importa que sea:
- una amiga que está de novia con un tipo que nos parece un imbécil (incompatibilidad con "c")
- una amiga que está ocupadísima rindiendo exámenes y no puede estar presente en nuestras cenas conversadas (incompatibilidad con "b")
- una amiga que se volvió promotora que tiene compañeras rubias con mucho corrector de ojeras y nos habla nada más que de eventos y marcas de autobronceante (incompatibilidad "a" y "b")
- un ex al que le desee la más terribles de las muertes (incompatibilidad "a", "b" y "c")
- un romance casual que no prosperó demasiado (incompatibilidad "c").
Porque:
- una vez que la primera se separe,
- la segunda se reciba,
- la tercera consiga un trabajo serio,
- el cuarto vuelva en forma de amigo
- y el quinto se convierta en una de esos seres que no forman parte de ninguna categoría pero con las que cada tanto nos hace tan bien hablar,
una vez que el episodio se haya autolimitado, allí estarán ellos: con sus palabras exactas, sus pensamientos sublimes y su compañía gratificante. Porque -aunque hayan hecho idoteces, nos hayamos dejado de ver, nos lastimen con algo que nos dijeron o el diálogo como forma de entendimiento se haya perdido intermitentemente- su elemento constitutivo más genuino siempre fue el mismo, y siguió estando más allá de un mal momento, por encima de una pelea o una desilusión, preservándose estoico por debajo de pensamientos incompatibles.
El punto inverso es, claramente, más doloroso. Hay personas con las que co-protagonizmaos un puñado de anécdotas ó destinos ó que conocemos desde edades en las que ni se nos ocurría hacernos este tipo de planteos. Y de golpe el presente nos encuentra con un título desteñido y desacertado del que queremos deshacernos, como esas remeras que encontramos revolviendo el placard que usamos la temporada anterior y que ahora nos avergüenzan. Entonces, podemos tener:
- una amiga que estudió con nosotras y con la que compartimos muchas horas de conceptos como esfuerzo y dedicación (compatibilidad "a" y "c")
- una amiga con la que hablamos de los 9 a los 18 años de danza y de los 19 a los 26 de ciencia (compatibilidad "a" y "b")
- un ex que quiere volver y está haciendo todo por reconquistarnos (compatibilidad "a", "b"y "c" (forzada, seguramente, pero compatibilidad al fin)).
Sin embargo,
- la primera puede albergar a una persona llena de resentimiento,
- la segunda ser incapaz de escuchar o dar un buen consejo,
- y el tercero, aunque sea verdad que nos quiera, ser tan soberbio ó egoísta que amputa cualquier felicidad potencial conjunta.
No es tarea sencilla, darse cuenta de qué está hecha la gente. Si, por ejemplo, yo tuviera que hablar de mí, creo que me tiro por la ventana antes de barajar tres o cuatro opciones que ni siquiera sé si son tan ilustres. Pero lo cierto es que conocer personas nobles, encantarme con ellas y tener esa certeza de incondicionalidad y trascendencia, es una de las cosas que más me gustan de estar viva.