El avión despegó puntual, como absolutamente todo en Japón. Que país
fascinante, por dios.
A mí se me mezclaban las imágenes deslumbrantes de los
templos y las callecitas estrechas llenas de karaokes, comida indescifrable y
bares de jazz; con las escenas oscuras y dramáticas de la noche anterior, sin
ningún criterio ni prioridad. Todas juntas. Como una receta de un millón de
ingredientes mal hecha o una historia sin eje y mal contada.
Necesitaba revivir la parte linda del viaje. Y como el
chileno también venía de Japón nos pusimos a hablar de eso. Me mostró videos de
adolescentes disfrazados de Elvis Presley bailando en una plaza. Le conté del
domo de la bomba atómica en Hiroshima.
Me contó cómo era la vista desde Roppongui Hills. Le conté lo mucho que me había
gustado el whisky. Me mostró otro video, de un señor que llevaba un perro que
andaba en skate. Hablamos de la noche
japonesa, de cómo saludan con reverencia mirando al piso, de cómo se viste la
juventud, de la música que escuchan, de por qué será que las chicas caminan
todas torcidas, de lo increíble y pulcro que es todo aunque sea imposible
encontrar cestos de basura.
Entre historia e historia nos daba risa (su sonrisa
era magnífica) el azafato de American Airlines, que pesaba como 127 kilos y tenía
un delantalito chistoso pero que resultaba, en conjunto, de lo mas adorable.
Me contó el motivo de su viaje. Le tuve que contar el mío,
vacaciones.
-Pero te viniste sola a Japón de vacaciones?-
-No, vine con mi
novio. Pero me dejo ayer, en Kyoto-
Y me dijo que si bien era algo terrible, a la larga iba a
ser una buena historia. Creo. O capaz lo dije yo.
Tomamos cerveza con la cena y seguimos hablando de más y más
cosas . Me dijo que su papá había sido escritor y que contaba unas historias
increíbles. Que las historias tienen valor. Le dije que una de mis frases
preferidas es “No dejes que la verdad se entrometa en una buena historia”, pero
que igual mi realidad había, una vez más, superado la ficción. Y que sí, algún
día tendría que escribirla.
-Aquel de allá está tomando sake?-
-No sé, no veo a más de un metro-
-Vamos a buscar?-
Y fuimos a preguntarle a nuestro azafato preferido si tenía.
Parados uno al lado del otro la sensación era diferente. Lo
percibía todavía más alto. Y esa sonrisa
que casi iluminaba un poco la cabina con luces bajas
Otra azafata, la que atendía del otro lado, apenas nos vió
nos dijo "WHAT A LOVELY COUPLE YOU
ARE!!!" Me sorprendió y me dio mucha gracia y un poco de vergüenza también. Me debo
haber puesto roja y todo. Menos mal que había poca luz.
Le dije que no eramos pareja, que recién nos conocíamos. Él,
impecable, agradeció el cumplido. Yo venía sintiéndome un trapo de piso. No se me había
ocurrido la idea de que alguien me viera como mujer y mucho menos (aunque fuera
una azafata atontada por el jet lag) como pareja. Qué gracioso si encima quedábamos lindos.