No es que yo crea que los conceptos de amor y libertad sean antagónicos, mas bien me parece que son instituciones no comparables.
Sin embargo, hay gente que los determina opósitos, y esa es la razón que los lleva a insistir estúpidamente en vincularlos: se ponen una pollera de bambula y se cuelgan un morral sobre el pecho o (la versión posmo) se calzan unos lentes retro y una remera con una estampa de Fangio y así disfrazados, alzan banderas junto a su proclama progresista.
Deambulan por bares, departamentos, albergues transitorios y playas jactándose de su espíritu libre como el viento y evadiendo todo tipo de compromiso, por más remoto y mínimo que éste fuera. Dicen desconocer las lágrimas de resentimiento y la humillación de esperar horas y horas mirando el teléfono, reniegan de "las estructuras que impone la sociedad" y para explicar sus (múltiples)relacionenes interpersonales recurren a desopilantes comparaciones con los cangrejos de Madagascar o el murino.
Todo así, hasta que un día conocen a alguien que les rompe el cráneo. Y ahí la cosa cambia: ellas empiezan a incorporar en sus léxicos palabras como "el gordo", ellos mandan decenas de mensajes de texto a cualquier hora de la madrugada para saber "en que andamos", ellas participan al caballero a cuanto evento asistan, ellos nos proponen escapadas de fin de semana o nos llenan de discos para que después les comentemos que nos pareció.
O sea, se enamoran. Y se vuelven lábiles como cualquier mortal ante la mera presencia del ser amado.
Pero, aunque su discurso comience a resquebrajarse, los muy hipócritas pretenden seguir con su farsa; un poco porque tienen un personaje que mantener , otro poco por no mostrarse frágiles y otro poco más porque saben que su liberalismo es una cualidad que llama la atención. Aunque todas sus pulsiones dicten lo contrario.
Entonces las mujeres les dirán a sus "compañeros" que no son celosas y que no les molesta que ellos miren chicas por la calle, mientras la mucosa de su estómago se ulcera con cada par de lindas piernas que pasan por la vereda.
Los varones tratarán de responder con una sonrisa indiferente a nuestro comentario de una aventura con otra persona pero preguntarán por tiempos o medidas. Luego, mientras duermen, los aquejará el bruxismo.
Ellas fingirán ser comprensivas y escucharán con aparente paciencia a su galán hablar de novias anteriores para luego acosar a sus amigos con preguntas comprometedoras, del estilo "Cuán linda era?", "Qué tan enamorado se lo veía a él?" o "Era inteligente?".
Ellos hablarán de lo buenas que están sus compañeras de trabajo famosas o las groupies que los avanzaron una vez bajados del escenario, pero se quedarán despiertos mirándonos mientras dormimos.
Ellas le contestarán a su chico con un "yo quiero que vos seas feliz, y si tu felicidad es al lado de otra persona, andá a buscarla" cuando él le confiese que se enamoró de otra mujer, pero más tarde, cuando vaya a buscar sus trapos hippies a su casa, llorará y hará escándalo frente a los vecinos .
Él le dirá que está todo bien y propondrá una amistad cuando su chica lo deje porque se aburrió, pero, incansable, la llamará o escribirá cada tanto para ver cómo anda o para invitarla a cenar.
Si uno está enamorado (y es recíproco, claro) elige estar con esa persona, todos los días. Y elegir es ser libre.
Así que no me vengan con pavadas.
Sin embargo, hay gente que los determina opósitos, y esa es la razón que los lleva a insistir estúpidamente en vincularlos: se ponen una pollera de bambula y se cuelgan un morral sobre el pecho o (la versión posmo) se calzan unos lentes retro y una remera con una estampa de Fangio y así disfrazados, alzan banderas junto a su proclama progresista.
Deambulan por bares, departamentos, albergues transitorios y playas jactándose de su espíritu libre como el viento y evadiendo todo tipo de compromiso, por más remoto y mínimo que éste fuera. Dicen desconocer las lágrimas de resentimiento y la humillación de esperar horas y horas mirando el teléfono, reniegan de "las estructuras que impone la sociedad" y para explicar sus (múltiples)relacionenes interpersonales recurren a desopilantes comparaciones con los cangrejos de Madagascar o el murino.
Todo así, hasta que un día conocen a alguien que les rompe el cráneo. Y ahí la cosa cambia: ellas empiezan a incorporar en sus léxicos palabras como "el gordo", ellos mandan decenas de mensajes de texto a cualquier hora de la madrugada para saber "en que andamos", ellas participan al caballero a cuanto evento asistan, ellos nos proponen escapadas de fin de semana o nos llenan de discos para que después les comentemos que nos pareció.
O sea, se enamoran. Y se vuelven lábiles como cualquier mortal ante la mera presencia del ser amado.
Pero, aunque su discurso comience a resquebrajarse, los muy hipócritas pretenden seguir con su farsa; un poco porque tienen un personaje que mantener , otro poco por no mostrarse frágiles y otro poco más porque saben que su liberalismo es una cualidad que llama la atención. Aunque todas sus pulsiones dicten lo contrario.
Entonces las mujeres les dirán a sus "compañeros" que no son celosas y que no les molesta que ellos miren chicas por la calle, mientras la mucosa de su estómago se ulcera con cada par de lindas piernas que pasan por la vereda.
Los varones tratarán de responder con una sonrisa indiferente a nuestro comentario de una aventura con otra persona pero preguntarán por tiempos o medidas. Luego, mientras duermen, los aquejará el bruxismo.
Ellas fingirán ser comprensivas y escucharán con aparente paciencia a su galán hablar de novias anteriores para luego acosar a sus amigos con preguntas comprometedoras, del estilo "Cuán linda era?", "Qué tan enamorado se lo veía a él?" o "Era inteligente?".
Ellos hablarán de lo buenas que están sus compañeras de trabajo famosas o las groupies que los avanzaron una vez bajados del escenario, pero se quedarán despiertos mirándonos mientras dormimos.
Ellas le contestarán a su chico con un "yo quiero que vos seas feliz, y si tu felicidad es al lado de otra persona, andá a buscarla" cuando él le confiese que se enamoró de otra mujer, pero más tarde, cuando vaya a buscar sus trapos hippies a su casa, llorará y hará escándalo frente a los vecinos .
Él le dirá que está todo bien y propondrá una amistad cuando su chica lo deje porque se aburrió, pero, incansable, la llamará o escribirá cada tanto para ver cómo anda o para invitarla a cenar.
Si uno está enamorado (y es recíproco, claro) elige estar con esa persona, todos los días. Y elegir es ser libre.
Así que no me vengan con pavadas.