31 ago 2008

Honestidad Brutal III


No llego a entender el motivo, pero hay algo que hace que, cuando hablamos o escuchamos hablar mucho de alguien, de alguna manera lo hacemos propio.
Esto puede ser algo tan constructivo, como que nos caiga simpático el nuevo novio de una amiga como dilapidante, en el caso de que mencionemos demasiado a una persona en quien estamos interesados pero que no nos corresponde, empujándonos así a una confusión de la que en general no salimos bien parados.
Así las cosas, parecería ser que ante determinadas situaciones lo mejor es no omitir palabra y listo.



25 ago 2008

Confesiones de invierno II

Jamás en la vida pensé que podía ser así, pero no hay galanteo, soledad, amor ni voluntad que puedan ganarle a tres o cuatro años de duelo sanamente elaborados.

Aún asumiendo mi dramatismo exagerado y mi concepción pastel de lo que es una relación de noviazgo, aún sabiendo que no hacía falta martirizarme con Jimmy Scott o leyendo cartas viejas, aún reconociendo que todo podría haber sido mucho más fácil si yo hubiera sido un poco más sensata, hoy puedo darme cuenta que cada lágrima que derramé, cada noche que no dormí y cada palabra que escribí no hacían más que apuntalar este deseo (o este no-deseo) que hoy da forma a mi presente.

Porque te quise, Dios sabe cuánto. Y me encantaría poder quererte así ahora, con esa pureza y ese desenfreno. Con esa fascinación y ese respeto. Con ese deslumbramiento y esa inocencia. Pero la inocencia se pierde o se diluye y los sentimientos de veneración se desmoronaron inevitablemente con cada persona fascinante que se cruzó en mi camino.

Y por más que haga fuerza y le dé vueltas y trate de hurgar una respuesta en un puñado de conceptos psicoanalíticos (como bien podría ser una negación o una represión) la simpleza de la realidad se deja caer mansa como una seda cubriendo nuestra historia; resaltando así las formas más lindas que tenía para la foto que va a formar parte de mi pasado, pero asfixiando , sin perder jamás la belleza, ese futuro que vos te imaginás y que yo, princeso, ya no quiero.