Así, signos como la ansiedad, el miedo, la euforia y -por qué no- otros mas fisiológicos como la taquicardia y la sudoración en las palmas de las manos se apoderan de nuestra conducta logrando sumirnos en un estado particular, único, singular. Un estado que sin exagerar nos patea nuestro punto de encaje desplazándolo y dejándonos inseguros, débiles y temerosos.
Humanos como somos, no siempre estamos lo suficientemente fortalecidos como para sobrellevar este tipo de situaciones con calma y decoro e, imperfectos al fin, caemos sin remedio en recursos simplistas y mediocres.
Poco importará entonces si somos ingenieros genetistas, instructores de Aikido o Eduardo el almacenero; ningún valor tendrá nuestro patrimonio económico ni el cultural ni nuestros rasgos fenotípicos: de una manera ubicua y sistemáticamente un comportamiento rústico y ancestral se instaurará sin más. Las habrá más o menos respetadas, más o menos reiteradas, más o menos desopilantes, pero sin miedo a equivocarme puedo asegurarles que es significativamente probable que sucumbamos a la tentación de una cábala
El sentimiento cabalístico, es bien sabido, poco tiene que ver con lo racional y lo meditado: diría que es mas bien un hijo bastardo del pánico, del desconocimiento, del descontrol.
Sin embargo, tampoco creo que sea nada más que una mentira.
Mi inquietud y método científicos me llevan a delinear cuatro hipótesis, cuatro categorías, cuatro razones, cuatro respuestas a la pregunta de por qué esta costumbre se mantiene a través del tiempo y por qué ocupa un lugar importante en la mayoría de los mortales.
Hipótesis 1 - Los agnósticos
Esta teoría tiene su fundamento en el Principio de Incertidumbre. Sus seguidores postulan que si es imposible determinar con presición la posición y la velocidad de una partícula, tanto mas imposible será determinar la posición y la velocidad de conjunto de partículas como por ejemplo podría ser una pelota entrando al arco del equipo contrario. Y menos que menos realizando una actividad previa.
Es este el tipo de gente que escupe las velas que su madre enciende para el exámen, pasa desafiante por debajo de una escalera o tiene una velador de caracoles en la mesita de luz, no tanto porque le guste (cuesta creer que esos adornos de verdad sean del agrado de alguien) sino para demostrar que ellos no le temen realmente a nada.
Se ríen de la palabra destino y se sientan con los tarotistas de Plaza Francia para mofarse de ellos y hacerlos quedar en ridículo.
Grado de seguridad en sí mismos: 100%.
Color Favorito: amarillo
Hipótesis 2 - Los creyentes cautos
Ellos saben que el destino no existe, pero la Entropía sí y las cosas que uno haga de alguna manera influyen en el futuro.
Este grupo cree en la justicia universal y está convencido de que si el esfuerzo es de una magnitud suficiente, podrán lograr que se concrete lo que ellos tanto ansían.
Son los que hacen promesas duras, contundentes, como dejar de fumar, raparse a cero, subir el Aconcagua o ayunar una semana.
Grado de seguridad en sí mismos: 60%
Color favorito: verde
Hipótesis 3 - Los practicantes
Basan su manera de actuar en la célebre frase del todavía más célebre Albert Einstein "Dios no juega a los dados".
Creen que el destino está escrito pero que parte de ese texto tiene que ver con sus tips de buena suerte.
De esta manera, ante un exámen por ejemplo, estudiarán la mitad del tiempo y dedicarán la otra mitad a preparar la camisa lila que siempre usan en esas ocasiones, sacarle punta al lápiz que siempre le funcionó para los choices o escuchar el pronóstico del tiempo porque lluvia el día previo siempre significa aprobado.
El problema de estas personas es que si imprevistamente la camisa lila se ensucia, el lápiz es comido por el perro o el Servicio Meteorológico Nacional anuncia un día previo despejado, entran en pánico y deben recurrir a ansiolíticos para calmar su desesperación. El fármaco, claro, afecta también la calidad de su sueño, su capaciadad de concentración y su estado de alerta ; lo que indirectamente repercute en el resultado de su parcial o final. Para mal, obvio.
Ellos, necios y testarudos, atribuirán la falla a la falta de cumplimiento de sus cábalas y no a la depresión de su Sistema Nervioso Central, razón por la cual, para la próxima fecha, buscarán nuevos objetos milagrosos, en lo posible más resistentes.
Grado de seguridad en sí mismos: 30%
Color favorito: lila
Hipótesis 4 - Los fundamentalistas
Los de esta categoría no basan su comportamiento en ninguna teoría o frase científica porque sencillamente desconocen el concepto de ciencia.
El encuentro más cercano que tuvieron con este tipo de conocimiento fue el frasco con porotos germinados que hicieron en su tercer (y último) grado de la primaria, pero eso sucedió ya hace mucho. O fue generación espontánea.
No conciben la idea de universo mas allá de la dieta de la luna y para ellos cada cintita roja, cada ruda macho en el jardín, cada sahumerio, cada lechuza en el "aparador", cada tira de ajo, cada medallita, cada elefante con dólar enrollado en la trompa y cada trébol de cuatro hojas pudriéndose en la billtera es un pasaporte directo a la dicha y la buenaventura.
De todas formas, si algún espejo se rompe o a algún desprevenido se le da por pasar el salero de mano en mano, siempre se puede hacer un hechizo para neutralizar los terribles efectos que esas desgracias podrían acarrear.
Grado de seguridad en sí mismos: No aplica. No tienen la estructura del Yo bien definida.
Color favorito: rojo.