1. Muéstrese ocupada. Los hombres tienen pánico de que, apenas pasadas un par de salidas, nos adosemos a ellos, les trunquemos su agenda, sus planes y su desarrollo personal, para siempre. Sugiera, entonces, horarios mas tardíos para los encuentros o ármelos entre una actividad y otra. Así que si no está lo suficientemente atareada, empiece un curso de alguna cosa ya. No vale esos de artesanías como hacer lámparas o pavadas así, porque queda mucho más lindo decir "bueno, hasta las 5 porque tengo mi clase de tela o mi seminario de historia de las revoluciones" que "hasta las 5, porque tengo turno en el horno de la panadería para cocinar arcilla".
2. Muéstrese feliz. A no ser que le haya tocado uno de esos chicos con prototipo evangelizador (si es así, huya despavorida, sé lo que le digo), nadie quiere, o al menos al principio, ser pañuelo de lágrimas. Sea positiva, cuente las cosas buenas que le pasan, desestime las malas, sonría, hable de sus planes.
3. Muéstrese requerida. Pero tampoco sea idiota. No es cuestión de gritar a viva voz cuántos galanes se arrojaron debajo de un puente por Ud. o qué tan loco se volvió el último al cual dejó. Este ítem apunta más a esa cualidad que tienen los hombres de querer algo que tiene otro. Así, si la relación apenas empieza y aún no se plantea la exclusividad, tire un par de datos que den lugar a pensar que también sale con alguien más, aunque sin ser explícita. Una amiga mía, por ejemplo, esconde de una cita a otra los preservativos que quedaron de la primera, y deja que la imaginación del individuo en cuestión vuele como barrilete loco. Otra se automanda mensajes de texto y sofríe con sutileza cuando los lee. Esa gente SABE.
4. Muéstrese amistosa. Los chicos son sabios para algunas cosas (dos, ponele), y desconfian de las mujeres que no tienen amigas. Hacen bien: Una chica que habla pestes de sus congéneres es, por lo menos, rara. Por no decir arpía, envidiosa, insegura, histérica y calentorra. Asi que ni se le ocurra dejar amigas de lado para lanzarse a los brazos del festejante, porque después lo lamentará y mucho.
5. Muéstrese sin mostrarse. Este punto es delicado. No hay que ser Ana de
6. Muéstrese colaboradora. Amague a pagar la cena, el taxi o una copa. Seguramente él no lo permita, pero el gesto suma. Eso sí: no se le ocurra, cuando él dice invitarla, hacer un escándalo feminista y revolear billetes al son de una frase del tipo "no no, pago YO pago YO" frente a la camarera, porque eso también queda feo.
7. Muéstrese interesada. Escuche lo que le cuenta, pregúntele cosas, haga que él le explique, conviértase por un momento en una mejor alumna. Creo que además del narcisismo evidente, este punto tiene una connotación existencialista. Los hombres adoran sentir que nos enseñan cosas ya que suponen que una asociará ese nuevo conocimiento con su rostro y es, entonces, su manera de dejar una impronta o de eternizarse, en nosotras. JA.
8. Muéstrese racionada. No tiene mucho sentido sacar el mejor cotillón, desplegar sus gracias, poner en práctica las maniobras aprendidas, todo para la primera vez. Por más que tenga los buccinadores de Belladona o la elasticidad de Gauge, reservese algo para encuentros futuros.
9. Muéstrese completa: No. No es una contradicción con el punto anterior. “Completa” es en el sentido que no se le note que esta esperando un hombre para que su vida sea plena. La mujer al acecho es algo que se percibe al instante, y es tan triste como amenazante.
10. Muéstrese a quien corresponda: Todos los puntos anteriores pierden sentido si ese que está sentado enfrente es uno distinto del que la hace llorar de emoción. O le servirán, para pasar el rato.
Al fin de cuentas, la vida es un montón de ratos.