La tristeza tiene gusto amargo. A mí, por lo menos, me empieza en los ojos. Los ojos se me hacen insoportables, siento que me pesan y me duelen, como si no quisiera ver. Después viene la mandíbula, que pierde su lugar habitual para desmoronarse, casi del todo. Y es exactamente ahí es cuando se siente el gusto amargo, que despunta en la lengua y sigue de alguna manera hasta el corazón y ahí se clava. Una o cien veces, eso depende. Pero hay un momento, justo antes de la próxima clavada en que empiezo a llorar. Menos mal. Porque con el llanto la amargura se restringe a un circuito más o menos cerrado, entre los ojos y la garganta.
Como siempre, trato de entender, ya que las respuestas hechas de palabras me dan tranquilidad. Pero muchas veces eso no pasa. Sí, en cambio, es mas común es que -de tantas veces que me lo pregunto- el "por que?" se transforma en una suerte de melodía, algo desesperada, imperativa e impaciente.
Despues viene la depresión. Depresión de grieta, de hundido. Mientras lloro no me doy cuenta, por ahi las lágrimas la tapan, pero cuando cesa el llanto me queda como una suerte de cráter. Hay algo de desolación y de moraleja en esa impronta. Es una marca que se agrega, algo que me modifica para siempre que hace yo nunca vuelva a ser la misma. A veces lloro un poco más por eso también.
Se termina con una palabra o un abrazo de esos que ayudan a distribuir el peso que nombré al principio.
Con suerte, a veces llega pronto.
Como siempre, trato de entender, ya que las respuestas hechas de palabras me dan tranquilidad. Pero muchas veces eso no pasa. Sí, en cambio, es mas común es que -de tantas veces que me lo pregunto- el "por que?" se transforma en una suerte de melodía, algo desesperada, imperativa e impaciente.
Despues viene la depresión. Depresión de grieta, de hundido. Mientras lloro no me doy cuenta, por ahi las lágrimas la tapan, pero cuando cesa el llanto me queda como una suerte de cráter. Hay algo de desolación y de moraleja en esa impronta. Es una marca que se agrega, algo que me modifica para siempre que hace yo nunca vuelva a ser la misma. A veces lloro un poco más por eso también.
Se termina con una palabra o un abrazo de esos que ayudan a distribuir el peso que nombré al principio.
Con suerte, a veces llega pronto.