Aunque me moría de sueño y el sake me arrullaba con esa calma felicidad que da, no pude dormir
casi nada. Estaba inquieta y ninguna posición me dejaba descansar.
Durante las 5 o 6 horas siguientes me puse de un costado, de otro, subí una pierna al asiento, me estiré boca arriba, boca abajo, trate de hacer ángulo con la ventana y una almohada, de apoyar las rodillas en el asiento de adelante.
En algún momento de las 35 veces que me acomodé el chileno me dijo “nuca vi a nadie con
tantas posturas al dormir”. De haber estado en otra situación emocional le
hubiera contestado una barbaridad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario