11 may 2006

Tu ruta es mi ruta



El transporte público rebalsa de mediocridad, mugre, deficiencias. Y de gente.
Pero también de historias, de romances tórridos.
Esos que siempre son perfectos, porque no son.

Pensar en la posibilidad de vivir este tipo de situaciones da sentido a mis mañanas y justifica así el esfuerzo que implica levantarme, combinar ropa, peinarme y ponerme rimmel con los ojos hinchados.

Cada nueva jornada, la fantasía de compartir el asiento con un caballero de manos firmes y perfume inquietante aporta la cuota de determinación necesaria para vencer las ganas de quedarme en casa durmiendo un ratito mas.

Es cierto, tal vez lo mío sea una exageración, pero quien diga que nunca sucumbió ante los encantos de un compañero de viaje, miente. O vivió demasiado poco.

A modo de justificación por lo antedicho y, por que no, a título ilustrativo los dejo con un puñado de recuerdos de la categoría amores sobre ruedas.


El que se enamoró de mí
Durante mi primer año en esta ciudad, yo acostumbraba a tomar el subte siempre a la misma hora.
Y compraba la tarjeta también a la misma hora y en la misma ventanilla, dormida y de mal humor.
Un día, en el reverso del subtepass, apareció una suerte de declaración y, desde entonces, compré los pasajes en otra estación u horario. Nunca me animé a volver para mirar la cara del boletero, pero todavía guardo el pasaje en una caja junto a otros cachivaches que tampoco se por qué decidí conservar.

El eterno
En mi ciudad natal, entre mis 13 y mis 16, solía tomar un colectivo para ir al colegio. Y la mayoría de las veces viajaba un chico que me volvía loca. Me gustaba todo, especialmente la cara esa que tenía de desentendido y de no-me-importa-nada (en esa época yo coqueteaba con el Grunge). Nunca una palabra. Nunca una mirada (de él hacia mí, claro).
A los 18, pongámosle, me lo encuentro en un boliche. Y me dice que yo soy la chica del colectivo, sabía mi nombre, a qué colegio iba, que mi novio había sido tal y cual y que mis perros eran uno así y otro asá. Tanta información me apabulló y atiné a salir corriendo. Pero al final tocaba el saxo y esas cosas me pueden. Nos dimos unos besos en honor al pasado, para luego no vernos nunca más.

El fugaz
Era PERFECTO. Me invadió una sensación de "quiero que mis hijos tengan su cara" al verlo. Cuando al fin junté coraje para proponerle casamiento, ya se había bajado.

El que me cumplió la fantasía
Volviendo de las vacaciones, en el Buquebus, hablamos 3 horas sin parar sobre música armenia y tortugas marinas. No le acepté una cena diciéndole que con la pinta de María la del Barrio que tenía, una primera cita no daba (en realidad era para que me llamara mas adelante). Me llamó al otro día y la historia fue un bonito apéndice del verano.

El desubicado
Me tocó el trasero y armé un escándalo memorable en el colectivo. La gente que viajaba se apiadó de mi y el tipo se tuvo que bajar de la vergüenza y humillación.

El transporte público nos desinhibe y nos alienta a ser evidentes en nuestra conquista. Nos habilita a ilusionarnos insolentemente, mirar con intensidad o seducir con descaro, sin miedo al ridículo.


Total, cualquier cosa, nos bajamos en la próxima.


18 comentarios:

Niño Pol dijo...

Me encantó este post.
Todo el tiempo elucubro que clase de romances puedo tener según de quien se trate en todos los transportes públicos.
Claro que nunca pasa nada y sublimo todo comprando ropa carísima.

Betty Carol dijo...

Es un honor.
Yo hago algo similar, pero entrando a Farmacity. Si se fija bien, verá que en la mayoría de las bocas de subte o paradas de colectivos hay una sucursal.
Creo que mi inconsciente sigue una línea del tipo: "El pibe que estuve mirando todo el viaje no se acercó a decirme nada - Si hubiera estado mas linda seguro que lo hacía - No me veo lo suficientemente atractiva - Necesito más producción"
Entonces lleno el canasto de mariconadas para el pelo, suplementos vitamínicos y cremas con ingredientes de lo mas curiosos.
Después nunca hago tiempo a ponerme nada y los productos de perfumería se acumulan en el baño.

yo dijo...

nada más quería decir que ese es un rodete de tenista.

Bea dijo...

Increible la del imbecil del saxo! No se si era mi motivacion para subirme a un bondi pero si algo copado tiene el bondi es ese imaginarme la vida, la historia, de algunos personajes elegidos azarosamente y hacerlo con lujo de detalles! Resulta un recurso inagotable, renovable e inigualable!!

Betty Carol dijo...

yo: nada más lejano. Soy patética para todos los deportes, sobre todo el tenis.
El rodete, en todo caso, es de bailarina.

bea: yo le agrego saludable a todos sus adjetivos calificativos.

Anónimo dijo...

Muy lindo post. Los amores en transporte público son un tema que merece tratarse. Uno puede enamorarse perdidamente de esa muchacha que va sentada con cara de sueño sin más. Después cada uno se baja en su para y chau.
Muchas veces pensé en bajarme y decirle algo, pero la posibilidad de pasar por un psicópata me dejo ahí, colgado del pasamano.
Los romances fugaces y efímeros son los que permanecen en la memoria, sin dudas.

Anónimo dijo...

Me entantan sus posts... todos.
Sólo que de pronto me vi demasiado canosa, grasa, ojerosa, ajada y definitivamente convencida de que a mi esas cosas ya no me suceden.
Se llama envidia asquerosa.

Betty Carol dijo...

Enrico: el fin de semana, en un rapto de lucidez, me di cuenta de que no habia entendido un comment en suyo en el post Conditional Sentences. Y eso que Ud. estuvo tan ocurrente. Discúlpeme.

Con respecto a los amores de traslación, creo que son inolvidables porque son ilusión pura. No hay desgaste, no hay peleas, no hay rutina.


Mikaelina: Gracias, de verdad.

Y, si le sirve de consuelo, sepa que a mi no me suceden tanto como antes, tampoco.
Ahora voy tan concentrada en los apuntes de la facultad que cuando levanto la cabeza y me enamoro de alguien, ya me pasé dos paradas de donde me tenía que bajar.

yo dijo...

¡es de tenista! ¡es de tenista! sin habilidad, pero de tenista.

Anónimo dijo...

Ups, parece que estuve ocurrente una vez en la vida y no se cuando fue eso.
Igual gracias por el piropo.

MALiZiA dijo...

A mi me despierta fantasías cuando viajo en avión, varias horas de vuelo, y siempre pienso que llegué la persona con la cual me enamoraré y obvio, se tendría que enamorar de mí, pero cada viaje voy empeorando la situación y desde viejitas insoportables, alemanes que no hablan inglés, o bebes que lloran todo el viaje, van matando la fantasía...

Me gustó el post, bien catalogados lo tipos de encuentros, también sufrí "el fugaz", más de una vez.

beso

Betty Carol dijo...

yo: está bien, tiene razón. Discutir con una persona como Ud., que se caracteriza por dominar las palabras así de bien, sería desleal. Para mi, evidentemente.

enrico: de nada.

Malizia: creo que es entre las 18:00 y 20:00 horas donde en los transportes públicos se ven los caballeros mas apuestos.

Yo he barajado la posibilidad de terminar relaciones por culpa de los fugaces, de tanto que me desestabilizan.
Una locura.

Anónimo dijo...
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Enrique Avogadro dijo...

En el verano del 98´ (yo veía gasoleros pero no puedo negar que cada tanto me daba una vuelta por el "lara la la ra la la la, nada nos puede faltar, todas la bicis y los barcos!", en fin), en el verano del 98´, decía, no tenía plata para irme de vacaciones y me quedé en enero haciendo mis primeros palotes laborales, saco y corbata en el subte, todos los días scalabrini ortiz - catedral. Había una chica que subía en Callao y cada dos o tres días tenía la fortuna de encontrarla para admirarla a la distancia mientras ella me ignoraba olímpicamente. Bajaba también en Catedral y un par de veces junté el valor suficiente como para seguirla unas cuadras a prudente distancia, para saber nomás algún otro detalle de su vida. Después pasó el verano y dejé ese trabajo y a la chica del subte. Meses más tarde me la encontré en una fiesta. Yo estaba al borde del coma alchólico y la veo, esta vez mucho más cerca, y me acerqué con mi frase matadora "Subte, línea D, te bajas en Catedral y caminás hacia el bajo". Por suerte mi porte etílico le pareció simpático y optó por quedarse en lugar de huir despavorida. Bailamos toda la noche y muchas peripecias más tarde terminamos salimos un tiempo y despúes pasaron casi diez años y hoy es mi gran amiga. ¡Gracias Metrovias!

Betty Carol dijo...

enrique: AYYYYYYYYYYYYY
pero QUÉ linda historia.
Me emocioné toda.

Enrique Avogadro dijo...

Yeah! Yo también me emociono cada tanto cuando subo al subte. Hay un libro de Cortázar... Octaedro, quizás, que tiene algunos cuentos que transcurren el subte. Estaba bueno. Slds.

Anónimo dijo...

no se de quien es esa foto pero ese perfil y peinado, y esa manera es de la mujer que voy a extrañar toda la vida...

Betty Carol dijo...

enrique: el subte es un escenario idea, mucho más estético y cosmopolita que el colectivo.

h. esa manera? cua manera? cual mujer? me está tirando onda?