No llego a entender el motivo, pero hay algo que hace que, cuando hablamos o escuchamos hablar mucho de alguien, de alguna manera lo hacemos propio.
Esto puede ser algo tan constructivo, como que nos caiga simpático el nuevo novio de una amiga como dilapidante, en el caso de que mencionemos demasiado a una persona en quien estamos interesados pero que no nos corresponde, empujándonos así a una confusión de la que en general no salimos bien parados.
Así las cosas, parecería ser que ante determinadas situaciones lo mejor es no omitir palabra y listo.